
La idea de progresismo nos indica necesariamente un proceso de cambio, un movimiento de la sociedad hacia algo mejor, un mejoramiento del individuo y de la sociedad. En esta lógica, el progresismo requiere de algo así como de un objetivo al cual dirigir este movimiento. Ese objetivo es el mejoramiento de lo existente. La izquierda es progresista, o sea, es difícil ser de izquierda y no ser progresista. A lo largo de los últimos años hemos visto como los jóvenes se sienten mucho menos representados por los políticos. Se propaga la idea de que hoy día tal como ha evolucionado el mundo, prácticamente no existe diferencia entre los movimientos que se consideran de la izquierda y de los que se consideran de la derecha, y se aprovecha el momento para que surjan movimientos que se autodenominan como independientes o como apolíticos.
No soporto el discurso “independiente”, puesto que la bipolaridad es propia de la política. Cada vez que alguien me dice que no existe la distinción izquierda – derecha, lo primero que pienso es que esa persona es de derecha. Quienes pretenden ir hoy por el mundo de la política con ambos brazos cortados, declarando que no son ni de derecha ni de izquierda o presumen de ser “ambidiestros” y se ubican en uno u otro sector de la cancha según los temas y las circunstancias han sido históricamente los grandes dictadores de derecha. La política es la lucha de visiones opuestas: nada puede ser de izquierda y de derecha a la vez. Esta forma de actuación política (porque si es política) esta propiciando una desilusión no ya sólo hacia los partidos sino hacia el sistema democrático.
Creo en la acción política clara y sin esconderse. Creo en las fuerzas del cambio (bien entendidas y no usadas como slogan de un payaso que no quiere transformar nada, todo lo contrario) y es por eso que estamos por establecer mayorías claras que avalen un proyecto de transformación en las estructuras de la representación desde la izquierda. Con esto no estoy diciendo que reneguemos de las corrientes transversales que nos diferencian, claramente somos distintos y no estamos dispuestos a homogeneizarnos, pero tenemos un conjunto de ideas y valoraciones sobre las cuales trabajar en conjunto, y potenciar nuestras similitudes no nuestras diferencias, de lo contrario seremos responsables de mantener las cosas como están. Esto es lo que no queremos, una izquierda que por conservar sus pequeñas cuotas de poder deje de lado el objetivo superior que la identifica y que es el de querer cambiar la sociedad. Es hora de jugársela para derrotar a la derecha. La izquierda tendrá razón de ser sólo si se mantiene fiel a sus principios.
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